Friday, December 3, 2010

Noche de Guatemala

29 de marzo de 2006
2:24 a.m.

La noche es seca, ventea incesantemente, las estrellas están ocultas y Guatemala duerme. La naturaleza envuelve todo en un manto misterioso, que llena de luz y de color a la tiniebla misma de la noche. Los trabajadores humildes  del país  están próximos a despertar. Es bien sabido que la gente pobre, por regla general, trabaja desde más temprano y hasta más tarde que la demás.

Los volcanes imponentes, fulgurantes, que habitan casi todas las regiones del país, abren sus bocas amenazantes al cielo, y en su interior  centellean estrellas de fuego incandescente, que advierten al hombre -pequeño e indefenso frente al magnánimo poder del Universo- que basta un pequeño estremecimiento de la tierra para dar vía a la tragedia y al dolor.

Un tapete verde cubre al país entero; las flores multicolores, y las jacarandas aguardan la salida del astro mayor para descubrir a los ojos del hombre las tonalidades más hermosas, los carmines más penetrantes, los azules más conmovedores, las blancuras más inmaculadas.  Las mujeres del pueblo -del color de la tierra que produce el trigo y el maíz, del color de la tierra en la que se nace y se muere, del color de la tierra por la que corren los ríos, del color de la tierra en la que lucha, vive y llora cada hombre del mundo-, envueltas en telas del color de la naturaleza y del arco iris, tejen y amasan, amamantan y crían, cocinan, sufren y lloran, rezan y mueren, y nacen, y crecen, y vuelven a rezar.

Los mares bañan al cuerpo ensangrentado del  país. Sus playas vírgenes e inexploradas son un canto a la creación y a la mujer amada. El amanecer que se aproxima, de arreboles volcánicos, y auroras boreales, es como un despertar de ella, mujer divina: Nace el sol  -como una perla fulminante en ascensión al infinito- envuelto en un manto de flamas poderosas y embrujadoras; sol  ante el cual  todo hombre debería postrarse en adoración cada día de su vida,  así como los venados, después de la fugaz cacería, caen desplomados y exhaustos ante la grandeza milenaria del león…

…Y mientras el astro supremo de la creación inicia su asenso para irrumpir en la altura soberana de los cielos, un águila cetrina vigila desde las cumbres inaccesibles cada cambio de tonalidad del horizonte, detecta cada fluctuación del viento, el revoloteo de cada insecto, de cada coleóptero, de los linces y de las palomas, de cada indio, de cada incendio, de cada ser insomne que en la agonizante penumbra deambula como un alma en pena. Y al salir el primer destello de la estrella mayor, divisa a su presa -una sierpe ondulante y delgada, verde  esmeralda-, y se abalanza sobre ella, con sus garras de hierro, centelleantes al infinito, terribles y poderosas, y las entierra en el cuerpo del animal, que en el acto se retuerce como un rayo, y se estremece, desvaneciéndose dulcemente en manos de su captor, para formar con él, mientras asciende hacia el espacio sideral e inconmensurable,  un ser único y eterno: la serpiente emplumada, Kukulkán…   dios del aire y de la tierra, que vive en un fugaz instante… momento único,  sublime y absoluto,  irrepetible, en que el cielo desciende a  la tierra para unirse con ella, y en que la tierra asciende a las alturas superiores, en poética unión, para morir en ellas.

Camilo Enciso
Ciudad de Guatemala

No comments:

Post a Comment