Thursday, November 25, 2010

Carta hipotética

Carta hipotética

Señorita,
Algunos días abro los ojos, los cierro, pienso en usted y todo se detiene. Los párpados pesados se posan como dos ballenas enormes sobre mis ojos y  su peso me sumerge en un mar profundo y ancho de sueños extraños. La imagino a usted, cortando el agua, flotando, como una diosa que emerge de un rio, para luego alzarse inmaculada por los aires para dar a luz al sol. Así la imagino a usted.
¿Quiere saber más? ¿Le interesa saber a dónde me llevan mis ensoñaciones? No. Usted no quiere saberlo. Si se lo dijese dejaría usted de quererme por quererla yo a usted demasiado. Pensaría usted que mi corazón está postrado a sus pies y que por eso mismo soy indigno de su amor. Pero usted se equivoca. Mi amor es un amor egoísta. La quiero porque amándola me redescubro a mí mismo, encuentro de nuevo el fuego de la inspiración más pura, me desprendo de todo para renacer más fuerte, más puro, doblemente insolente. La quiero porque la idea de usted me quema, acelera mi inteligencia e inflama mi espíritu.
Usted dejará de quererme, si es que algo me quiere aún, pero le contaré un sueño recurrente, que viene y va, como la marea roja de un planeta innombrable. Imagine lo siguiente: a veces la imagino a usted, mirándome con sus ojos pequeños, en el centro exacto de una galaxia luminosa, sin sombras; la veo como una figura angelical, resplandeciente, perfecta; con esa mirada agridulce e incierta que sólo tiene usted. Está desnuda, inmaculada; su cuerpo es un himno sublime a la creación. Su mirada lujuriosa me llama y yo respondo. Mi cuerpo gira alrededor del suyo como los planetas giran alrededor del sol; pero rompo la barrera gravitacional de la elipse que nos separa; acaricio su cuerpo con mis manos y la beso locamente, a usted, que es un sol; yo, que soy un planeta frío y mudo. Exploro sus labios con los míos, busco su lengua y la encuentro; mi cuerpo se excita y se aferra a usted; la abraza, la estruja, le hace saber que la desea.
Usted me mira con deseo, se acerca más y más y más; pega su cuerpo al mío, que también está desnudo; usted se contorsiona, gime, suda; cierra los ojos un poco y respira rápido, con deseo, con ardor. Yo la siento, la presiento, la acaricio, la huelo y la codicio. Finalmente entro en usted y el mundo deja de existir. La lluvia, las tormentas, los pulsares y las mareas se detienen. Solamente quedamos usted y yo, que ya no somos dos, sino uno: una singularidad escindida que busca complacerse en la pasión y la ternura. Al final estallo y muero en usted y por usted. Usted tiembla y convulsiona; me abraza fuerte, me rasguña, me mira fijamente y me hace saber con la mirada que es feliz.

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