Thursday, November 25, 2010

Visita al 20 de julio

28 de agosto de 2008

Visita al 20 de julio

El domingo pasado estuve en la Iglesia del 20 de julio. El pueblo colombiano, en profunda devoción, acude a la iglesia en número innimaginado. Su fe es inquebrantable y por decir lo menos, conmovedora. Ver a ese pueblo arrodillado, triste y resignado, despierta sentimientos muy fuertes de ternura y compasión. Es emocionante ver la fe de ese pueblo al que todo le falta, excepto la vida, la salud justa para sobrevivir, y su Dios.

En la Iglesia la gente se arrodilla, ora, se postra en frente de las imágenes del Divino Niño, de Jesús, de la Virgen, cierra los ojos, ora calladamente, pero moviendo los labios, y toca con su mano el muro sobre el cual están tales imágenes; los niños son alzados por sus padres para que reciban la bendición del padre que oficia la misa; el sitio está completamente lleno; no cabe un alma.

Los señores y señoras de setenta, ochenta y hasta noventa años van allá a rezar. Los niños, los adultos, los adolescentes también van. Todos calman sus angustias en el bálsamo de la fe. En esa iglesia, debo decirlo, la fe se siente; pero se siente no como esa fe falsa de quienes todo lo tienen y nada dan, de quienes rezan mucho y hacen poco; no. La fe que se siente en la Iglesia del 20 de julio es una fe convertida en luz, penetra el corazón, ilumina el espíritu y despierta la inteligencia. Esa fe es un llamado de Dios a la lucha, al combate, al compromiso denodado por la dignidad de los demás. Esa fe es una elegía al cristianismo y a la dignidad del hombre.

Camilo Enciso

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